La conciencia es un valor gigante dentro de nuestra
fisonomía. Es la que nos indica el camino a seguir, lo que nos hace diferenciar
una cosa buena de otra mala. La que nos castiga con remordimientos si nuestros
actos no han sido los adecuados.
Para bien o para mal, siempre nos impondrá su criterio.
Por eso, podemos decir que se trata de una <<ley>>.
Aunque está claro que esta ley no aparece <<escrita>>, no nos la
muestra ni nos la enseña nadie. Está ahí por el hecho de ser seres humanos,
está dentro de cada uno de nosotros. Este valor, como digo, es supremo. Muchas
veces vale más incluso que lo que nos imponga un gobernante, o sino que se lo
pregunten a Antígona. Ella hablaba de esta conciencia como de <<las leyes de Dios>>.
Muchas veces, por no decir la mayoría, intentamos buscar
nuestro placer, algo que nos beneficie… Pero la conciencia se opone en muchos casos
y si por tanto no la hacemos caso, si intentamos que pase desapercibida en
nosotros… nos estamos fallando. No estamos alcanzando el grado óptimo de
satisfacción con nosotros mismos, hay algo que queda cojo.
Sin embargo, seguir esa voz interior sólo nos conducirá por
el buen camino, porque es lo que tenemos que hacer.
También
advertir que tenemos que tener cuidado, se trata de un valor delicado a nuestro
trato y si lo ignoramos repetidas veces puede que se revele, por decirlo de
algún modo y lo perdamos.
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